sábado, 31 de octubre de 2009

FUE UN ACIERTO


Fue un acierto mudarse a este pueblo. Aquí los niños pueden jugar en la calle y yo puedo sentarme en el jardín a escribir esa maldita novela que no llega nunca. Tú cojes el coche todas las mañanas y te marchas a la ciudad, al lío de los despachos y la seguridad. Jodida seguridad. Yo visto a Salva y a Fede y los llevo al colegio. Luego voy a la ONG e intento echar una mano. La mañana se pasa volando. Y llega la tarde y, con ella, el ruido de los dibujos animados, la merienda a medio terminar encima de los deberes, el "qué hago de cenar" y el alivio al oír el claxon porque ha pasado un día más y sigues conmigo.

Pizza en el bar de la Patro. Otro día más que tiro la dieta a hacer puñetas. Mañana habrá que volverla a empezar. Acostados los niños, me tomas de las orejas y me quedo clavado en tus ojos verdes que vidrean, quizás por el sueño o quizás porque de pronto eres tú también consciente de esta felicidad que tiene nuestra vida cotidiana.

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